Chile en el punto de inflexión

Llamamiento masivo para el cambio en el país de la desigualdad

El próximo 17 de noviembre los chilenos acudirán a las urnas para las elecciones presidenciales y parlamentarias. Con la vuelta de Michelle Bachelet a su país natal a finales de marzo, se puso en marcha una campaña electoral que prometió ser crucial para el futuro de Chile. Desde el año 1990 (el final de la dictadura de Pinochet), la política no había sido nunca tan turbulenta. Los chilenos están con los ojos abiertos y el nuevo presidente se enfrenta a la tarea extremadamente difícil de acabar con ese pasado oscuro.

  • CC Michelle Bachelet/Sabino Aguad Michelle Bachelet CC Michelle Bachelet/Sabino Aguad

A pesar de su exitosa carrera como presidente de la “ONU Mujeres”, institución que vio la luz en 2010, Michelle Bachelet renunció a este cargo con el fin de participar en las próximas elecciones presidenciales de su país. En 2010 la Concentración de Partidos por la Democracia centroizquierdista (CPD, con Eduardo Frei como candidato, ya que un ex-presidente no puede volver a ser candidato en Chile) tuvo todas las de perder frente al candidato opositor Sebastián Piñera, de la Coalición por el Cambio de centro derecha. Es una probabilidad real que Bachelet, del Partido Socialista, gane estas elecciones; pero ello no significa que la mayoría de la población esté de su parte. En las elecciones municipales a finales del año pasado fue a votar menos del 40 por ciento de la población. Un gran número de chilenos siente una gran aversión hacia la clase política y, en los últimos años, la generación post-Pinochet ha avanzado para transformar esta frustración en un amplio movimiento a favor del cambio.

“La vuelta de Bachelet no fue ninguna sorpresa. Su primera intervención pública en el teatro Caupolicán, sin embargo, sí que lo fue”, dice Jorge Magasich, un historiador chileno catedrático en comunicación en el IHECS de Bruselas que acaba de regresar de una visita a su tierra natal. “El público fue escaso, unas seis mil personas, y su discurso mediocre. Pocos días después, el 11 de abril, Santiago fue invadido por una manifestación estudiantil que movilizó a unas 100.000 personas bajo el estallido de eslóganes radicales. Esto se puede considerar como un enfrentamiento y Bachelet captó rápidamente el mensaje. Unos días más tarde, hizo una entrevista llamativa para el medio crítico The Clinic, donde se pudo percibir una clara inclinación izquierdista” dijo Magasich.

En esta entrevista, donde casi formuló su programa electoral, adelantó tres reformas importantes: la reforma de la educación, la reforma fiscal y una reforma de la constitución. Otros temas que se abordaron en la entrevista son el aborto (tema delicado en Chile), las reclamaciones del territorio Mapuche, el controvertido proyecto energético de Hydroaysén y los conflictos territoriales entre Perú y Bolivia, quienes reclaman ambos una parte del territorio chileno, y por ello presentan una denuncia ante la Corte Penal International de La Haya. Se trata de una reclamación que el actual presidente Piñera ignoraba, pero que Bachelet quiere discutir. Pasa lo mismo con la petición de una mayor autonomía para el territorio Mapuche y sobre la transferencia de competencias a las regiones. La petición de mayor autonomía para Mapuche trata en realidad sobre la retirada de la ley antiterrorista, a la que se incurre en conflictos con el territorio y de donde Bachelet ahora admite que era “una equivocación”.  

El llamamiento a un nuevo modelo

La fuerza más importante en el panorama político chileno en los últimos años es sin duda la protesta estudiantil. Comenzó con la Revolución de los Pingüinos en 2006, bajo el anterior gobierno de Bachelet. Desde entonces ha tomado impresionantes proporciones y  otros sectores también se movilizaron: la Central Única de Trabajadores (CUT) salió a la calle, los trabajadores portuarios y mineros se pusieron en huelga y los movimientos a favor del medio ambiente protestaron. “Desde la vuelta a la democracia, la popularidad de un presidente nunca había sido tan baja como la de Sebastián Piñera ahora” dice François Reman, analista chileno. Para todos estos sectores, un presidente de derechas no es una opción ya que limita cualquier proceso de democratización. Con Bachelet como candidata para el CPD se espera invertir más tiempo en las reformas democráticas.

Alondra Maulen Vallejo, militante de las Juventudes Comunistas de Chile y jefa de campaña para la líder estudiantil Camila Vallejo en las elecciones parlamentarias, no es tan explícita: “Para nosotros el aspecto no es lo importante, sino el programa. Queremos apoyar al programa de la oposición que se ocupe de las peticiones sociales”. A pesar de que Vallejo diga que el Partido Comunista (PC) no ha decidido todavía a quién va a apoyar, éste apoyará, según Magasich, a Bachelet, a cambio de una duplicación del número de escaños parlamentarios para el PC, de 3 a 6.

Sociedad dividida

El gran obstáculo en las próximas elecciones es la aversión de una buena parte de los chilenos contra la clase política dominante, no sólo la CPD centroizquierdista, sino también la Coalición por el Cambio de centro derecha. Por último, ninguno de estos dos bloques ha cambiado nada en el modelo ultra neoliberal que había encontrado aceptación en la dictadura de Pinochet. Este modelo hizo de Chile una sociedad profundamente dividida: es el país más desigual de la OCDE y uno de los cuatro países con mayor desigualdad del mundo.

Un exponente de esta desigualdad es el sistema educativo, que se privatizó en el año 1981 y se convirtió en una fuente de beneficios para las ricas universidades de élite. Un gran número de familias en Chile tienen que enfrentarse a grandes dificultades a la hora de afrontar la deuda para que sus hijos puedan estudiar. Esa desigualdad ya comienza cuando los niños tienen tres años, así lo muestra un estudio reciente de la Universidad de Chile. Resulta fundamental una reforma de la educación profunda y estructural. De ahí el amplio apoyo a las peticiones de los movimientos estudiantiles a la “educación gratuita y de calidad y el fin de la búsqueda de beneficios de las universidades”.

Tales reformas profundas pueden únicamente llevarse a cabo si al mismo tiempo se realiza una reforma del sistema impositivo. Y ello requiere nuevamente una reforma de la constitución. Bachelet ya ha establecido un comité para formular una propuesta de reforma constitucional. No obstante, diversos partidos más pequeños de la oposición junto con los movimientos estudiantiles quieren que se convoque una Asamblea Constituyente en la cual una amplia representación de la población chilena puede fundar los nuevos cimientos para el futuro de Chile.

Será sin lugar a dudas un otoño emocionante para el tigre sudamericano.

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