¿Algas, la panacea para un planeta enfermo?

Parece que el futuro está en las algas. En esta búsqueda de energía renovable y biocombustibles algunos investigadores sugieren utilizar algas como los llamados “biocombustibles de la tercera generación”.
Compañías petroleras como Shell y Chevron ya tienen programas en curso o están financiando investigaciones sobre biocombustibles a base de algas. También en Holanda y Bélgica hay experimentos en curso con el cultivo de algas para biomasa, tanto por mar como por tierra al aire libre y en instalaciones de cultivo cerradas.
Las algas poseen un potencial casi inexhaustible. Por ejemplo las microalgas pueden convertir energía solar de una manera más eficaz que las plantas terrestres, duplicando de forma muy rápida en volúmen. Gracias a su potencial de aceite, hidratos de carbono y proteínas, se pueden utilizar algas para la producción de gasóleo biológico y al mismo tiempo para la de alcohol etílico. Se pueden procrear las proteínas para alimentos de animales y suplementos nutricionales para el hombre. Como biomasa para la energía se pueden utilizar algas que crecen en las instalaciones de depuración de agua o en saneamientos del suelo, minas o instalaciones de alcantarillado. Como alimento para las algas se puede utilizar agua procedente de la agricultura que todavia contiene nutrimentos útiles para las algas.
Las algas en alta mar tienen otra ventaja importante: absorben dióxido de carbono de la atmósfera. De esta manera convierten los océanos en depósitos masivos de dióxido de carbono. Diariamente los océanos - que forman 71 porciento de la superficie terrestre - absorben 25 millones de toneladas de dióxido de carbono. Por esa capacidad de absorción la empresa norteamericana Planktos desarrolló la idea hace unos años de verter cien toneladas de partículas de rocas ferrigunosas en el Pacífico, a la altura de las Islas de los Galapagos, para, por decirlo así, fertilizar el océano y para estimular el crecimiento de las algas. La intención de la empresa, sacando el dióxido de carbono del aire, era de embolsarse el dinero de las empresas que necesitaban los creditos de dióxido de carbono.
La empresa obtuvo muchas críticas por eso y tuvo que aplazar el proyecto por tiempo indefinido puesto que el efecto secundario de la absorción de dióxido de carbono es que acidifica el agua. Esa acidificación obstruye o impide la formación de caliza, lo que perjudica la fauna y la flora marina – corales, moluscos y todo la cadena alimenticia del océano. Además los océanos tienen una función reguladora importante para el clima, lo que pueden perturbar la acidificación excesiva y el crecimiento de algas. Ya existe el temor del tipping point – el límite que implica un cambio drástico – por lo cual los océanos en vez de absorber el dióxido de carbono, lo desprenderán.
La organización ambiental holandesa Stichting Natuur en Milieu (Fundación para la Naturaleza y el Medio Ambiente) advierte que acaso las algas sólo pueden ser una parte pequeña de la solución y que también en este caso hay que respetar los criterios de sostenibilidad.

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