Jon Sobrino sobre la violencia en Centroamérica

‘La comunidad internacional, ¿quién es?’

La violencia en Centroamérica pasa de castaño oscuro, pero ¿a quién le importa?, se pregunta el influyente teólogo salvadoreño Jon Sobrino. ‘La comunidad internacional, ¿quién es?’ Según él, el mundo pasó a ser tan egocéntrico que no hay que abrigar demasiadas esperanzas. Cifra sus esperanzas sobre todo en la bondad y el amor de la gente. ‘Uno no puede llegar muy lejos con esto, Cristo terminó crucificado. Pero permite dar otro significado a la convivencia en la sociedad.’

  • El influyente teólogo salvadoreño Jon Sobrino

Pocos reconocerán el nombre de Jon Sobrino. El vasco (°1938) es un jesuita y fue partidario de Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador (capital de El Salvador), quien fue matado en 1980. Igualmente fue el único sobreviviente del asesinato a los seis jesuitas allí en noviembre de 1989. Sobrino fue – junto con Romero – uno de los fundadores de la teología de la liberación, la corriente progresista dentro de la iglesia que causó mucha rimbombancia en América Latina en 1970 y que inspiró más de una batalla armada con la historia del éxodo, metáfora para el éxodo de la esclavitud y de la opresión. No obstante, tanto el Vaticano como el vecino del Norte Uncle Sam consideraron esta iglesia izquierdista como demasiado amenazante para el orden establecido: no perdieron ni una ocasión para recortarle las alas a la teología de la liberación.

Hace poco Sobrino asistió a un seminario en Lovaina. Lo encuentro en la Sala Romero de la facultad de Teología en el Colegio María-Teresa. ‘Mi lenguaje es religioso y no tengo nada que decir sobre por ejemplo Sarkozy’, dice Sobrino disculpándose, mientras estudia el logo de MO* y escucha mi explicación sobre el tipo de revista que somos. ‘Ahora, Jesús es tan político como Karl Marx, pero si opina que hablo demasiado religiosamente, tiene que indicármelo.’ Resulta que no habrá problemas.

En los años setenta y ochenta, la Iglesia latinoamericana llamó a firmemente ponerse del lado de los pobres. ¿Cómo revive Usted estas épocas?
Jon Sobrino:
Estaba joven y vivía este período como un arrebato. No un arrebato de la teología de la liberación – esto vino más tarde –, sino un arrebato de los pobres. Y América Latina tiene profusión de pobres, desde hace muchos siglos ya: gente empobrecida, degradada a un estatuto de esclavo, oprimida. También la Iglesia tuvo parte en esto. Desde la histórica conferencia de arzobispos latinos en Medellín en 1968 se podía escuchar – por fin – la voz del pobre. Y no únicamente porque personas como Helder Cámara o Romero le dieron una voz, no: los mismos pobres tomaron la palabra y pidieron una existencia humana. Y en ellos se pudo escuchar el Dios del Antiguo Testamento: ‘He escuchado tus gritos desde la profundidad.’ Esto sí es lenguaje religioso.

¿Y qué fue el mensaje?
Jon Sobrino:
Medellín nos aportó dos ideas clave. La primera idea: justicia. En el primer párrafo del texto de Medellín no aparece el nombre de Dios ni de Jesús, pero sí aparece “miseria colectiva”. La causa de esta miseria colectiva, según indicó Medellín luego, se encuentra en la violencia estructural: la dominancia de la oligarquía, la influencia de los EE.UU., pero sobre todo el sistema capitalista de por si – el opresor más grande hasta hoy en día. La crisis no es el problema más grande ahora, es el lobo del capitalismo. En toda América Latina estas estructuras violentas resultaron en situaciones muy concretas de violencia. Simples campesinos fueron asesinados. Dieciséis curas fueron matados en El Salvador. Estas estructuras no toleraban la verdad.

Treinta años largos más tarde muy poco de esta esperanza en Centroamérica sigue en pie. Parece que la violencia no tiene fin.
Jon Sobrino:
En 1986 el estadounidense Nelson Rockefeller dijo en el célebre informe Rockefeller: ‘Si las decisiones de estos obispos se hacen realidad, los intereses de los EE.UU. estarán en peligro.’ En Medellín no se produjeron armas, sino ideas: la perspectiva de que una vida diferente es posible, una vida digna para todo el mundo. Esta perspectiva se confirmó en la conferencia de Puebla (1979), pero después vino un nuevo papa, Juan Pablo II. Puede ser que fuera una buena persona, pero este hombre no entendió los problemas de Latinoamérica, mientras que sí comprendió muy bien los de Polonia. En América Latina veía mucha pobreza e injusticia, pero también veía supuestamente mucho comunismo. No entendió el discurso de Medellín, ni la teología de la liberación de Romero. Incluso querría remplazar Romero como arzobispo de San Salvador, pero no logró hacer esto. Los sandinistas de Nicaragua seguramente parecían para él un estímulo para el comunismo. Como consecuencia, lanzaron en Roma una estrategia para parar y desmantelar esta corriente. El papa Benedicto XVI continúa en la misma dirección. En los EE.UU. Rockefeller y Reagan hicieron igual.

¿Hoy en día quedan vestigios de esto?
Jon Sobrino:
Claro que no como antes. Yo todavía estoy, todavía hay grupos, conmemoramos los mártires. Sin embargo, para mí ya no se trata tanto de esta teología de la liberación. ¿De quién recibimos apoyo? Pues, de Romero y de Dios. ¿Quién trata de pararnos? Todos los poderes de este mundo, incluso la Unión Europea. ¿Cree que la Unión Europea tiene programas para extirpar la pobreza en América Latina? Olvídalo. Sobre todo se apiada de su propia crisis. De la supervivencia de los bancos, del saneamiento de las finanzas.

‘La crisis no es el problema más grande ahora, es el lobo del capitalismo.’ ‘¿Cree que la Unión Europea tiene programas para extirpar la pobreza en América Latina? Olvídalo. Sobre todo se apiada de su propia crisis.’
Europa negoció un nuevo tratado de libre comercio con América Central.
Jon Sobrino:
¿Negociaciones? Esto es David contra Goliat. ¿Qué hace David? Dice: si ganamos poquito, estaremos contentos. Veinte por ciento del llamado mundo civilizado y democrático – dudo que esté realmente civilizado y democrático – quiere hacer desaparecer el hambre en el mundo. Técnicos dicen que efectivamente sería posible eliminar el hambre en África, América Latina y Asia. ¿Por qué no se hace entonces? Porque no existe voluntad política. A mí no me gusta este término de “voluntad política”. No hay voluntad humana, la gente no se quiere esforzar.

¿Cómo explica la violencia extrema que vemos hoy en día en México y América del Centro?
Jon Sobrino:
Es una expresión de la inhumanidad. El Salvador, Nicaragua y Guatemala han conocido guerras civiles que han durado mucho tiempo. En Honduras no hubo guerra civil, pero el país sí formó parte del conflicto. Después de muchos años las guerras han terminado, por diferentes razones, pero este proceso se desarrolló de manera apresurada y descuidada. Se establecieron acuerdos para la paz pero nunca se firmaron acuerdos que tenían como fin de facilitar la vida para la gente. Las Naciones Unidas nunca se han preocupado de que los hambrientos pudieran comer, de que los pobres pudieran tener una vida digna o de que las libertades democráticas pudieran funcionar. Y paulatinamente la región del norte de Centroamérica se transformó en una región ideal para el tráfico de drogas a América del Norte. Los traficantes de drogas se han embrollado con las Maras, las cuadrillas que se formaron en Los Ángeles como consecuencia de las guerras civiles en Centroamérica. Llevó a una espiral de violencia.
En la última década el número de asesinatos en El Salvador era de entre diez a quince por día. Honduras pertenece al grupo de los países más violentes del mundo. ¿Alguna vez ha escuchado hablar de la “comunidad internacional”? ¿Quién es? ¿Dónde está? Claro, los EE.UU. – todo como Europa – se preocupan del impacto de la violencia en su país y prefieren que no entren drogas. Pero estas regiones sobre todo no quieren poner en juego sus maneras de vivir. No quieren poner en peligro todo lo que han logrado únicamente para resolver los problemas en Centroamérica. Esto es la situación en la que vivimos hoy en día.

¿Se siente abandonado?
Jon Sobrino:
Los medios de comunicación también están por parte responsables de esta situación. ¿Por qué sobre una situación tan horrorosa como la en América Central hoy en día se sabe tan poco? La situación está mucho más horrorosa que la crisis europea – aunque me doy cuenta del hecho de que el impacto de la crisis pueda ser fuerte, no quiero minimizarlo. Pero tantos muertos diariamente, con como única razón una decisión casual de los barones de la droga. ¿Por qué los medios de comunicación no prestan más atención a esto?

¿Ya no existe la solidaridad entonces?
Jon Sobrino:
La presencia de la solidaridad era más explícita antes. Pero sí, sigue existiendo, es una llamada a cualquier persona que quiere llevar una vida profunda. ¿Uno puede cambiar el mundo así? No, probablemente ni siquiera un poquito. Pero uno sí puede dar impulsos, y esto es muy importante. El primer día que ya no se darán impulsos, la vida se paralizará. Ahora, en estos días el mundo y la comunidad internacional son en primer lugar egoístas: ‘Nosotros primero.’

¿Todavía tiene esperanza?
Jon sobrino:
¿Esperanza, qué es? ¿La esperanza de que todo salga bien? Esto no es esperanza, esto es una expectación. Si la situación llega a ser tan absurda, no estará sostenible. Esto es metafísica, si quiere, pero en efecto: esto es insostenible. La gente en Centroamérica desea paz, anhela a irse a la cama sin hambre. Existen informes, existen sentencias, existen declaraciones. Pero aquí se trata de palabras. Aparte de esto, también hay pequeñas iniciativas. Hay gente que trabaja con las Maras, se acercan a ellos, hablan con ellos, gente que trata de convencerles de romper con este tipo de vida. También hay iniciativas de paz organizadas por la iglesia. Estos son signos alentadores.
La esperanza es otra cosa. Cuando veo el amor, tengo esperanza. Cuando veo que hay gente que se esfuerza por otros, personas como Romero. Mucho en este mundo gira alrededor del poder, pero también existe la bondad. La bondad es posible. Y donde hay bondad, hay esperanza.

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