Nuestra América

El 2010 será un año importante para las relaciones entre el norte y el sur de América. Las tensiones entre Washington y Venezuela se están intensificando, los brasileños eligirán un nuevo presidente y Obama se está arriesgando a perder la oportunidad de finalmente resolver el boicot inactual contra Cuba. MO* pidió al diplomatico-autor Herman Portocarera su pronóstico, su visión personal sobre las Américas.
Uno.
Manhattan, esquina de 38th Street con Lexington Avenue.
Uno de los últimos símbolos de la Guerra Fría se encontraba en medio de Nueva York: el cordón permanente de policía alrededor del sombrío edificio de la Representación Permanente de Cuba en las Naciones Unidas. En 1996 la esquina fue nombrada Esquina Hermanos al Rescate, referiéndose al grupo cubano-norteamericano que desde Florida asiste los lancheros, pero constantemente entra en el terreno de la provocación política.
Dos.
No cabe duda de que las comunidades latinas en los Estados Unidos están avanzando. No solamente en cuanto a la migración ilegal, sino que también en cuanto a la movilidad social. Los latinos de segunda generación están penetrando cada vez más en las categorías profesionales, juntándose de esta manera a la clase media. En términos electorales esta población se volvió muy importante – también para Barack Obama si quiere ser reelegido en el 2012. En los Estados Unidos, dos de cada tres latinos entre los 16 y 25 años nació en este país.
Sin embargo el concepto del ‘latino’ es ambiguo. En primer lugar porque es una extrema sobresimplificación. Aunque se comparten la lengua y la religión (generalmente católica, pero ahora también cada vez más evangélica), de hecho se trata de un montón de subgrupos diversos, cada uno de ellos con sus propias prioridades y agendas. En Nueva York, una ciudad donde todos se compenetran, se siente mucho [la mezcla].
Generalmente los mexicanos y centroamericanos son los latinos más implicados en el debate sobre la clandestinidad y la legalidad. Los puertoriqueños (boricuas en la jerga neoyorquina) vacilan entre una identidad propia y las frustraciones del casi no ser americano.
Los dominicanos son muy poco politizados y quieren sobre todo enviar lo más posible en dinero a sus familias en Santo Domingo. Precisamente con el fin de describir la complejidad de las comunidades latinas en Nueva York y los Estados Unidos se inventó una nueva metáfora: ya no el melting pot, sino el salad bowl. Una ensalada con ingredientes aún reconocibles por su color y sabor, y ya no un puchero.
La relación de amor y odio que tiene toda América latina (incluso Cuba) con los Estados Unidos proviene en buena parte de esta diáspora. Los Estados Unidos siguen siendo un gran polo de atracción para una vida mejor, sea a través de empleos que están abajo de la escala social, sea a través del acceso a la educación superior. A su vez, los empleos mencionados resultan en un enorme flujo de dinero entre los Estados Unidos y América latina – las llamadas remesas, que para muchos países de la región significan realmente la mayor partida de la balanza de pagos.
Tres.
Aparte de la inmigración y los flujos de dinero, la política de cocaína es un tercer componente que determina las relaciones entre el norte y el sur del continente americano. El término ‘droga’ – un término demasiado vago - sigue aplicándose frecuentemente, ya que en el 99% de los casos se trata de aquel producto en particular: la cocaína. La demanda en los Estados Unidos es enorme y la oferta sigue. Es una economía paralela que vale más que el presupuesto anual de un Estado mediano.
En gran parte, la política se enfoca en las vías de aprovisionamiento. Los productores y exportadores siempre buscan la vía menos resistente, lo que significa el tránsito a través de países o zonas donde hay poco control o donde se puede comprar el apoyo. Durante los 80, cuando el mercado de cocaína de los Estados Unidos había explotado por primera vez, las islas caribeñas eran politicamente turbulentas y las complicidades estaban en el campo de las milicias políticas rivalizantes.
Las huellas de esto aún están visibles, sobre todo el tránsito a través del Estado más débil de la región: Haití. Recientemente el tránsito se trasladó claramente hacia la vía en tierra firme a través de México, aunque paralelmente con esto surgieron vías en el oeste de África. Al igual que el negocio del opio en el siglo XVIII, emprendido legalmente y practicado por los ingleses, el negocio de la cocaína simplemente hace parte de la economía globalizada.
Los productores latinoamericanos están al inicio de la cadena en cuanto a la exportación y al final de una larga cadena de represión. La War on drugs que en Estados Unidos aún perdura es un tema extremamente ambiguo. Es una mezcla de una dura jurisdicción interior (resultando en una amplia población reclusa), intervenciones pseudo-militares en el terreno en América latina y agendas políticas opacas en Washington.
Desde hace mucho tiempo los libertarios indican que esta prohibición no funciona, ni funcionará como la del alcohól de los años 20. Obviamente las intervenciones en América latina son las más controvertidas politicamente. A través de estas intervenciones los Estados Unidos toman, intencionalmente o no, partido en los conflictos interiores que frecuentemente tienen orígenes ideológicos: entre los guerrilleros de izquierda y los paramilitares de derecha, entre una pos-conquista, una burguesía pseudo-blanca y una minoría étnica descuidada.
Además, frecuentemente las intervenciones han tenido consecuencias catastrofales para el medio ambiente, particularmente la destrucción tóxica masiva de las plantaciones de cocaína. En teoría se predicaba una política de cultivos sustituibles, pero en la práctica esto ha funcionado muy pocas veces, entre otras cosas por razones económicas.
Cuatro.
La inmigración y la cocaína han determinado las principales líneas de fractura entre los Estados Unidos y América latina. Europa se encuentra más o menos en el medio. Culturalmente todavía existen afinidades con el Viejo Continente. La clase dominante aún se precia de su orígen español y los sistemas políticos y jurídicos frecuentemente tienen un carácter europeo. Sin embargo, en el ámbito político los esfuerzos de Europa resultan insuficientes para mantener estos lazos.
Hay mucha solidaridad entre las sociedades [latinoamericanas y europeas] y Europa le lleva mucho por delante a Norteamérica, por ejemplo en cuanto al Comercio Justo con América latina. Sin embargo, en el ámbito cultural América latina es un territorio conquistado de los Estados Unidos, sea conservando sus propios acentos y con un intercambio incipiente. La televisión está dominada por producciones populares norteamericanas, pero a la inversa las típicas telenovelas trágicas y melodramáticas se convertieron en un gran éxito en los Estados Unidos.
Hasta hace poco en los Estados Unidos los actores, actrizes y músicos latinos frecuentemente estaban reducidos a estereotipos. Actualmente hay superestrellas cross-over como Shakira, que sigue siendo totalmente latina en el sur y al mismo tiempo está totalmente integrada en el norte.
En muchas partes de los Estados Unidos el español se está convertiendo en la segunda lengua, lo que ya por mucho tiempo era el caso en Tejas y en el suroeste. Ahora esta evolución también se está llevando adelante desde Georgia hasta Chicago. Desde ya hace mucho tiempo es posible vivir el día en día en español en la ciudad de Nueva York, incluso en los contactos con la administración (que además funcionan en 15 idiomas, o sea, una referencia interesante para aquellas situaciones belgas que se consideran insolubles).
Un viejo chiste dice que uno en Miami aún puede encontrar en alguna u otra parte una tienda donde se habla inglés. Incluso en el Subway de Chicago todos los epigrafes están en inglés y español.
Cinco.
En septiembre del 2009 escuché dos discursos consecutivos en una Reunión de la Asamblea General de la ONU. Primero el del presidente brasileño Lula (tradicionalmente Brasil abre el debate), y luego el del presidente Obama (siendo el país huésped, los Estados Unidos siempre van segundo en el debate).
Eran discursos extremadamente diferentes. Con el talento de siempre, Obama hablaba sobre los ideales, mientras que Lula, hablando sobre las realizaciones, era más concreto. Cuando estaba viajando en Brasil durante los 80, los brasileños se burlaban de sí mismos describiendo su país como el eterno futuro que no quería arrancar. Ahora parecía por un instante que los Estados Unidos estaban estancados.
De repente sentía que entre Obama y Lula América latina se estaba despertando. Obviamente el papel de Washington sigue siendo importante y las fracturas ideológicas aún perduran y, además, aún son bastante escandalosas. Sin embargo, también parece haber esperanza a un término medio: entre los viejos eslóganes de la izquierda y derecha en el continente, entre dictadura, populismo y democracia auténtica.
Más que todo: el debate se está volviendo un asunto entre latinos y, además, el continente está encontrando su propia dinámica. Aunque el dólar y Hollywood seguirán siendo poderosos, hay una verdadera emancipación en marcha.
Al salir del edificio de la ONU me cruzé con el presidente boliviano Evo Morales, que de camino hacia su discurso cruzaba relajadamente la 1st Avenue entre unos guardaespaldas. Los paparazzi le perseguían por las barricadas de la policía. Morales estaba vestido de manera elegante con una túnica negra con ribetes bordados. Tenía una mirada irónica en los ojos, disfrutando indudablemente su presencia en la boca del lobo.
La política indigenista de Morales es una revancha histórica, relevante para un montón de otros países de la región – Perú, México, Ecuador y Guatemala, enumerando solamente los más evidentes. Sin embargo, ¿se trata de una apertura hacia el futuro o meramente de una postura reaccionaria? ¿Una reincidencia en estereotipos que se reclama en vez de imponerse? Sinceramente no lo sé.
Seis.
Recorriendo Guatemala durante los 90 llegué a la conclusión de que la élite latina, que por mucho tiempo había sido apoyada por Washington gracias a la política bananera, en buena parte era responsable por la marginación de la población maya en su totalidad. Sin embargo a esa totalidad le quedaba un solo camino por delante: a través de la educación y la emancipación que no podían atrancarse en el folklore, por tan animado que fuera. Muchas comunidades indígenas de América latina aún no superaron la Conquista del siglo XVI. Las élites mantuvieron y siguen manteniendo la marginalidad de aquellas comunidades.
El final de los conflictos ideológicos no necesariamente lleva a la pacificación, sino a la recuperación de los viejos guerrilleros en la delincuencia cotidiana. Ahí también el papel de los Estados Unidos dejó sus huellas, aunque la ironía de esta historia se encuentra en el hecho de que los gangs centroamericanos que esto generó, ahora son un peligro para los mismos Estados Unidos. Probablemente pasarán varias décadas antes de que estos remolinos de mala historia se desembrollen.
El debate entre Lula – que yo al igual que muchas otras personas consideraba como el primer socialista inteligente que el continente había engendrado desde hace mucho tiempo – y la tendencia “cubanizadora” de Hugo Chavez. Sin embargo me gustaría explicar mi opinión. Por su específica historia con los Estados Unidos, Cuba tiene toda la razón para defender la identidad que ha construido en la confrontación con Washington. ¿Pero puede beneficiarse de tal confrontación Venezuela, un país mucho más rico y lejano de los Estados Unidos [que Cuba]? ¿Dónde está el interés de la comunidad?
Siete.
De camino en Nicaragua en 1989, justo antes de la derrota electoral sandinista, entendí que la población había apoyado la revolución pero que este apoyo ya no era monolítico y que buena parte de la gente estaba harta de los eslóganes. Una mayoría, parecía. Obviamente los Estados Unidos apoyaban los contras, aunque este apoyo ya no era tan decisivo porque se había desarrollado una dinámica propia.
Los sandinistas habían tenido su importancia e iban a evolucionar o desaparecer. El populismo siempre funcionará hasta cierto punto, pero inevitablemente será seguido por el desenmascaramiento y el ajuste de las cuentas históricas. América latina es un gran ejemplo de esto: Argentina, Brasil, Chile,….
El machismo político sigue siendo de gran importancia en América latina aunque dejó de ser una fatalidad. En la actualidad, una vuelta del apoyo incondicial gringo a la dictaduras militares parece imposible. Sin embargo, el anti-imperialismo como tal tampoco tendrá suficiente legitimidad. El fastidioso y a la vez fascinante desafio para la región entera consiste en inferir una receta propia de interés común de todos los elementos de la historia, permitiendo variaciones y aspirando el respeto internacional.
Sin duda, la interacción entre el lugar de orígen y el diáspora latino en los Estados Unidos empeñará un papel de gran importancia. Al igual que mucha gente de mi generación, yo crecí con una visión romántica de América latina. Sigo emocionándome con los versos del Canto General de Neruda y mi relación profunda con Cuba siempre dejó vivos mis sentimientos anti-imperialistas. Asimismo es irreversible que las relaciones entre el norte y el sur de América se hacen cada vez más íntimas. Según la visión poética, Centroamérica era la cintura de nuestra América. Actualmente, en una visión menos poética pero más vital, se convertió en el cordón umblical.

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