‘Tiempo para un Green New Deal XXL’

El 2 de abril el G20 se reunió en Londres. Sindicatos, ONGs y organizaciones internacionales esperan que los líderes de estado y de gobierno se ocuparán del Green New Deal XXL: una reforma profunda del sistema mundial que trata a la vez los problemas económicos, sociales y ecológicos. Que el G20 se acerque a esto, es muy incierto.
La humanidad vive su peor crisis económica en setenta años. Ningún país se escapa. Vivimos la globalización en años de crecimiento, ahora la conocemos en tiempos de crisis. En el medio año pasado, veinte millones de obreros chinos perdieron su empleo en la ciudad (donde hacen zapatos, celulares o computadoras para todo el mundo) y regresaron al campo. Toda la industria del automóvil estadounidense, con marcas como GM, Ford y Chrysler, está en realidad bancarrota. Los bancos más grandes del mundo temen una nacionalización. En Sudcorea, la producción se ha disminuido los últimos tres meses del 2008 con veinte por ciento; en Japón, la exportación en enero estuvo 45 por ciento más bajo que el año anterior. Hasta Congo, uno de los países menos integrado en la economía mundial, sufre de la crisis: los precios bajos del cobre pusieron fin al boom del cobre y carcomen así uno de los pocos fuentes de dinero del estado congoleño. El índice belga de acciones Bel20, al inicio del 2007 todavía en 4500, ahora se encuentra en 1700.

La economía mundial parece estar en una resbaladilla: acciones, comercio, producción, colocación… desde hace meses todo se va para abajo. Un consuelo: la producción de basura y las emisiones de gases de efecto invernadero también bajan. Eso es bueno para la ecología e indirectamente también para el ser humano que depende de la naturaleza. Empresas organizan también una división del tiempo de trabajo en medio plazas para que todos se mantienen con su empleo. Pero esas “buenas noticias” sobre el downsizen del rat race – ¿no se llamaba vivir de manera alternativa? - han desaparecida en la inundación de malas cifras económicas. Algunos hasta temen una depresión como en los años treinta con sus draconianas consecuencias políticas de fascismo y guerra. Y desde luego, Rusia e Italia ya muestran algunas características curiosas… I’ve seen the future, brother, it is murder, cantaba Leonard Cohen. Esta crisis no es un accidente pero depende mucho de la mundialización neoliberal, con una fuerte dependencia mutua y pocas verdaderas reglas mundiales. Esto no es inocente y ahora se pone en evidencia: cuando los Estados Unidos prefieren regular sus finanzas de modo débil, eso tiene consecuencias a nivel mundial. La economía mundial está fuertemente globalizada pero las instituciones mundiales están débiles. El Fondo Monetario Internacional (FMI) advertía durante años de los desequilibrios entre China y los EEUU, pero ‘el FMI solamente tiene el poder de su aviso ante esos países’, reconocía el director del FMI belga Willy Kiekens hace tiempo en MO*. ‘Me han dicho que el FMI primero mostraba sus reportes sobre los EEUU a Treasury, quien le quitaba cosas que no le gustaban’, murmuraba un iniciado en el ministerio belga de Hacienda. Entonces, ¿cómo más el FMI hubiera podido predecir la crisis?

Roosevelt revisited
Es claro que la economía mundial se fue a parar en un tipo de ‘espiral vicioso’. Los problemas con los bancos refuerzan los problemas en las empresas, y eso debilita a su vez los bancos que poseen acciones en esas empresas. Consumidores, bancos, empresas con muchas deudas venden a fuerza y de manera masiva sus propiedades para pagar sus deudas, por lo cual los precios de las viviendas y acciones bajan aún más, por lo cual los balances tienen todavía peor aspecto.
También entre países hay espirales que se ponen en marcha: ciudadanos estadounidenses dejan de comprar sobrantes de exportación chinos, por lo cual muchas fabricas en China se cierran y el consumidor ahí también se vuelve más inseguro. Y así va – el espiral se desenvuelve cada vez más de manera incontenible. ¿Qué tiene que pasar entonces? El rompimiento del ‘espiral vicioso’ por una instancia que está capaz de remar en contra corriente. Ello solamente lo pueden hacer los gobiernos que pueden prestar aún más dinero o que poseen reservas y así pueden invertir en colocación, para que más personas recibirán un sueldo. Y así pueden seguir consumiendo y mantener vivas a las fabricas. Eso era una de las principales características del New Deal, el programa con el cual el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt combatió la gran depresión de los años treinta: el estado invirtió en la construcción de caminos, educación, centrales de electricidad, asistencia social…
Esa receta se sigue ahora de nuevo. País tras país escribe ahora un programa de estimulo así, aunque les gustaría que los demás también lo hacen para evitar que sus esfuerzos crean más empleos en el extranjero que en su propio país. Por tal razón, los EEUU hasta pusieron una cláusula ‘compra estadounidense’ en su programa.
Green new deal light
Entra el verde del Green New Deal. Desde tiempo, los estudios demuestran que las inversiones verdes en la energía renovable, en el aislamiento de edificios o en el transporte público pueden crear muchos empleos. Pero empresas privadas esperaron por necesidad hasta que el mercado estuvo listo. Cuando Greenpeace hace diez años preguntó qué se necesitaba para hacer células solares rentables, la oficina de estudios KPMG respondió: ‘una fabrica de células solares gigante por la cual el precio por pieza puede ser disminuido’. Empresas no querían construir tal fabrica hasta que hubiera suficiente demanda por células solares. Además, en la época neoliberal el estado no podía intervenir en la economía, aún cuando la crisis ecológica fuera preocupante.
La crisis ahora ha revuelto ese esquema. Porque ahora el estado puede, hasta debe, intervenir en la economía por primera vez en años. Hasta en masivo. Por el momento, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se ha propuesto o aplicado entre los 2000 y 3000 mil millones de dolares en inversiones gubernamentales. Esto es, entonces, una oportunidad única – en contra de la lógica del corto plazo del mercado - para hacer inversiones verdes de manera masiva y así matar tres moscos en un tiro: la creación de empleo, el cuidado de la naturaleza (sobre todo el combate contra el calentamiento global) y la reducción de la dependencia de petroleo y gas que inevitablemente se volverán más escasos y más caros. No es un milagro que la ONU se va completamente por el Green New Deal: el Secretario General de la ONU Ban Ki Moon y aún antes de él el PNUMA Y la Organizacion Internacional de Trabajo hacen una llamada para hacer el New Deal realmente verde.

También desde abajo hay empuje. En los EEUU existe desde hace poco la Blue Green Alliance (la Alianza Azul Verde), una colaboración entre sindicatos y organizaciones ecológicas. Obreros de acero y chicos verdes quienes poco antes no se llevaban, ahora pelean juntos para un Green New Deal y empleos verdes. Ahí juega seguramente una conciencia sindical aumentada con relación a los problemas ecológicos, pero mínimo de igual importancia son los empleos verdes. Investigación del Center for American Progress (Centro para la Progresión Estadounidense) demuestra que las inversiones en ferrocarriles, turbinas eólicas o una red de electricidad inteligente resultarán en más empleos locales – solamente nueve por ciento debería ser importado (una comparación: en una consumación general de familias 22 por ciento va a bienes importados). ‘Formamos una alianza fuerte que puede obtener mucho en el Congreso’, dice Dave Foster de la alianza azul-verde.

Eso aparece ser así. 100 mil millones de los 800 mil millones de dolares del estimulo estadounidense son destinados a inversiones verdes. Sudcorea también se esfuerza con un New Deal que en proporción está más grande y más verde. Bélgica toma un papel más pasivo. Vlaanderen in Actie (Flandes en Acción) con lo cual el gobierno flamenco quiere llevar a Flandes a los cinco mejores regiones europeas para el año 2020) pone algunos acentos verdes, pero es todavía distinto al garbo de un Green New Deal. ‘Realmente debes de arrastrarles. Nuestros politicos tienen un temor injustificado a todo lo que es verde,’ dice Jan Turf del Bond Beter Leefmilieu (Unión para un mejor entorno vital), quien sueña con una alianza azul-verde belga. Rudy De Leeuw, el presidente del ABVV (la Unión belga de Sindicatos), no es tan entusiasta de inmediato. El está contento con los órganos de deliberación en donde los sindicatos y las organizaciones ecológicas trabajan en avisos comunes. No obstante, Turf y De Leeuw constatan que más y más empresarios quieren escuchar el relato verde. De esa manera crece lentamente desde abajo una base de apoyo  que orienta hasta los gobiernos en Bélgica hacia un rumbo verde.

Sea como sea, aquí estamos hablando de una versión light del Green New Deal: inversiones gubernamentales en sectores verdes como un tipo de ‘rompe circuito’ para parar el espiral de la crisis. Pero sindicatos, organizaciones internacionales y ONGs quieren un Green New Deal XXL, un variante extra extra grande que procure que el Green New Deal sea global y relacionado con reformas sociales y financieras más profundas. Ellos harán escuchar esa demanda también en las manifestaciones con motivo del G20.

Global = social
Un Green New Deal requiere dinero, y es por eso que a nivel nacional solamente es posible en países ricos los cuales tienen acceso al crédito o países con grandes reservas de ahorros como China. Muchos países en desarrollo no se encuentran en esa posición y tienen muy distintas prioridades. El apoyo de desarrollo normal se disminuirá probablemente por la crisis. La pregunta es cómo debe ser un New Deal verde en el Sur. No cabe duda que un tal New Deal Verde es necesario, según el PNUMA. No solo para la naturaleza pero también para combatir la pobreza de manera sustentable. Un ejemplo. En Africa Central la gente tala bosques para producir y vender carbón, para así ganar dinero. Es comprensible pero poco previsor: la tala de los bosques cambia el clima, lleva a sequías y socava así la producción alimentaria. Olivier Deleuze del PNUMA: ‘La solución es que todos los países en desarrollo están integrados en los mecanismos del clima, los cuales proveen que los países ricos pueden ganar derechos de emisión por medio del financiamiento de proyectos verdes en países en desarrollo. El problema es que lo hacen hasta ahora sobre todo en China, la India y Brasil. Apenas ahora también empiezan en África. El mundo rico también debe de reembolsar a los países en desarrollo cuando administran los ecosistemas del mundo como las selvas de manera inteligente, porque de ellos todos nos beneficiamos.’

Crucial queda que a finales de este año se llega a un firme acuerdo sobre el clima en Copenhague. Ahora que los precios de petroleo bajaron de nuevo, eso se ha vuelto aún más importante. Solo un acuerdo que impone fuertes restricciones en cuanto a emisiones a los países ricos, hace los derechos de emisiones (para poder expulsar emisiones de gases de efecto invernadero) escasos y entonces caros. Y lleva así rentables a las inversiones verdes que hacen innecesarios a la adquisición de tales derechos. La ganancia de la venta de estos derechos de emisiones procura además que haya el dinero suficiente para llegar a un giro verde en los países en desarrollo. En otros términos: un buen tratado de clima es un instrumento de desarrollo excelente.

Pacto verde social
Por lo general se pierde de vista que el New Deal original realmente implicaba un trato o un pacto social entre sindicatos, empresarios, campesinos y gobiernos sobre una mejor distribución del pastel. En efecto, en los EEUU y Suecia, y después en Bélgica, Francia y los Países Bajos, se llegaron al acuerdo que el crecimiento en productividad obrera estará traducido en aumentos de sueldo para que los obreros mismos podrían comprar los productos que producían. En la agricultura, el gobierno procuraba sueldos campesinos vitales con ayuda de precios estables y subsidios.
La Confederación Sindical Internacional (CSI, con 168 millones de miembros en el mundo) opina que otra vez es tiempo para un pacto así. Siguiendo el ejemplo de la Organización Internacional del Trabajo, constata que la desigualdad de ingreso ha crecido en los países ricos pero sobre todo en los pobres. En la mayoría de las naciones se bajó la parte obrera – la parte de los ingresos nacionales que se da a sueldos. La CSI lo relaciona con una crisis de los mecanismos de redistribución. Aboga un nuevo régimen de crecimiento ‘como entre 1945 y 1980 que asegura un aumento en sueldo a la par de la productividad. También la fiscalidad puede contribuir a ello: impuestos progresivos previenen una acumulación de fortunas y especulación y llevan a un crecimiento estable en base a la demanda de los salariados.’

La sociedad civil belga – de ACV y ABVV a 11.11.11 y Attac- se reconoce fuertemente en este modelo que se apoya en un crecimiento de salarios y no de deudas. Pero también – y sobre todo – es de importancia para los países en desarrollo. No solo por razones sociales sino también económicas. La crisis es a la vez también la crisis de la creación de demanda en base a los deudas. Si los empleados estadounidenses no tuvieron sueldos tan bajos, tampoco tendrían que prestar tanto. Si los obreros chinos, vietnames o hindús tuvieron sueldos mayores, podrían comprar más productos que ellos mismos producen. Finalmente, eso formará la base de una economía mundial más estable de la cual las frutas estarán mejor divididos.

Una nueva orden financiera
En el Foro Social Mundial en Belém, muchas de las organizaciones presentes abogaban una reforma drástica de sistema monetario. Sobre eso, el grupo del Green New Deal británico ha hecho un estudio interesante. Está convencido que la necesidad de las inversiones verdes a manera masiva para combatir el cambio a una economía pobre de carbono, no solo podrá venir del gobierno. También el campo privado debe participar. Eso solamente se hace posible cuando el uso de los combustibles fósiles se vuelve más caro (por el mercado y/o por el gobierno mediante el tratado del clima o eco-impuestos) y las inversiones verdes más baratas. Eso último implica que el gobierno procura un interés bajo (y una regulación fuerte que procura que ese interés bajo no está usado para crear burbujas especulativas pero para estimular las reales inversiones verdes). El grupo refiere al mundo monetario que estuvo puesto en vías entre 1945 y 1980. Una política así supone controles de capital los cuales dan otra vez control al gobierno sobre las finanzas. Sino, los países que ponen el interés más bajo estarán castigados de inmediato.

Pero hay más. Gobiernos podrían apoyar más a las inversiones verdes ofreciendo garantías del estado. Bancos podrían lanzar obligaciones verdes especiales y fondos de ahorro que disfrutan beneficios fiscales y garantías del gobierno – grannies go green. También una mejor redistribución de la prosperidad (véase el pacto verde social) exige un cambio en el sector financiero. Piensa por ejemplo en tratar los paraísos fiscales o en contabilidades de país por país transparentes que nomás dejan que la ganancia aparece en donde los impuestos están más bajos. Una tasa sobre transacciones financieras (Tasa Tobin) podría ayudar a financiar el Green New Deal en el Sur. Hay señales que en países como los EEUU y Alemania la tolerancia para paraísos fiscales se está bajando. Rudy Demeyer de 11.11.11: ‘Espero que el G20 no se queda en soluciones a medias como propugnar best practices no-imperativos.’

La pronta aparición del G20
El G20 está considerado como el seguidor del G7, el club informal de los siete países más ricos del mundo. En el seno del G7, que desde 1975 se juntaba anualmente, se ‘cocieron’ soluciones que más adelante estuvieron tomadas de manera formal en las instituciones internacionales. El G7 fue por así decir un tipo de circuito paralelo de decisiones mundiales.
El G20 brotó en 1999 desde la noción de que ya no se puede guiar a la economía mundial con solamente los clásicos siete países más ricos, y juntó por tanto a los ministros de hacienda y los bancarios centrales de las supuestas ‘economías sistemáticamente más importantes’, diecinueve países más la Unión Europea de la cual la economía se encuentra tan grande que tiene impacto mundial. El G20 es en efectivo mucho más representativo: los países involucrados representan noventa por ciento de la producción mundial y dos tercios de la población mundial.
Sin embargo, el G20 también es un club de deliberación informal que en sí no tiene ningún poder real. Así los Países Bajos y España, no siendo miembros del G20, fueron involucrados en noviembre por medio de un truco del presidente francés Sarkozy. Y Balkenende estará de nuevo presente, después de mucho insistir, en Londres. Con relativa envidia de Bélgica la cual se queda en línea de banda. ‘No sabemos realmente quien dice qué porque las juntas están cerradas y no se hace un reporte de ellas’, queja un conocido del ministerio belga de Hacienda.
El G20 se quedó al abrigo hasta noviembre del 2008, cuando se volvió en Washington de pronto el órgano en el cual los jefes de Estado de los países involucrados se juntaban para discutir sobre la crisis. Eso resultó en algunos propósitos para mejorar la transparencia en el sector financiero y una regulación y control más fuerte mediante una mejor colaboración internacional.
Muchas ONGs están escépticos ante el G20 porque no lo encuentran representativo. Rudy Demeyer de 11.11.11: ‘Los países menos desarrollados están totalmente ausentes. De hecho, ese tipo de discusiones está a su lugar en la ONU.’
Además, la pregunta es si el G20 puede cumplir las altas expectaciones. El G20 nació en círculos de ministros de finanzas y bancarios centrales. Eso es por lo general el ambiente que se encuentra menos sensible ante las preocupaciones ecológicas y sociales. Pero, ahora que los problemas sociales y ecológicos se traducen en problemas económicos muy reales tal vez eso lo cambiaría. Además de esto, los jefes de Estado se hacen cargo ahora y ellos están sujeto a muchas más influencias.
Encima de esto parece que el más poderoso entre ellos, Barack Obama, está mucho más sensible para estos temas que su predecesor. Pero si sea suficiente para un tipo muy distinto del regime change es por esperarse.

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